Rabat fue el segundo destino de nuestro viaje en coche por el norte de Marruecos. He de decir que había escuchado muy poco sobre esta ciudad, a pesar de ser la capital de Marruecos, y a pesar de ser, como pronto pude descubrir, una de las ciudades más encantadoras de esta zona del país.

De hecho, después de varias visitas a Marruecos, me sigue sorprendiendo su escasa popularidad. Lo bueno de todo ello, es que es al ser una ciudad relativamente poco turística, es posible disfrutar de algo que en otras ciudades marroquíes es impensable: espacio y ausencia de aglomeraciones para disfrutar de sus encantos.

No obstante lo anterior, nuestra llegada a Rabat o estuvo exenta del caos y la confusión, de ya que como he contado hicimos nuestro recorrido en coche particular, y como otras ciudades marroquíes la conducción por Rabat no es muy amable.

Uno o dos días en Rabat son suficientes para conocer los puntos más relevantes y poder disfrutar además de un paseo tranquilo por el paseo marítimo. Pero además Rabat es un punto sumamente estratégico para visitar otras ciudades del Norte de Marruecos, como Meknes o Casablanca.

Alojarse en Rabat

En nuestro caso, escogimos el Riad Moudna, priorizando su ubicación ante todo, a escasos metros de la Plaza Jemaa el-Fnaa, y cerca de todos los puntos principales de la ciudad. Cuando lo escogimos no lo sabíamos, pero una vez allí descubrimos otras características de este alojamiento.

Además de unas habitaciones espaciosas, cómodas y limpias, el Riad cuenta con una terraza en la planta de arriba en la que sirven los desayunos, con una exquisita decoración. A nuestra llegada, nos recibieron sirviéndonos un té moruno en esta terraza, momento en el que empezamos a enamorarnos de Rabat.

Aparte de los desayunos, también cenamos un día en el restaurante del Riad, y fue sencillamente espectacular.

Por último, no puedo dejar de destacar el punto fuerte de este Riad, y es la atención del personal. Amables, atentos y educados, no nos faltó de nada. Es más, pudo contar como anécdota que me dejé olvidada una chaqueta a la que tenía especialmente cariño y uno de los empleados hizo todo lo posible por hacérmela llegar, algo que agradezco infinitamente.

Qué visitar en Rabat

Torre de Hassan

Este es quizá, el lugar que más me llamó la atención de la ciudad, por su majestuosidad y la amplitud que caracteriza el espacio en el que se encuentra.

La Torre de Hassan se sitúa, junto con el mausoleo de Mohamed V, en una extensa explanada de columnas que custodian ambas construcciones como si de guardias se tratase. La Torre de Hassan es un minarete que en su día fue parte de una gran mezquita que fue destruida por el terremoto de Lisboa de 1755.

No deja de sorprender el increíble parecido entre la Torre de Hassan y la Giralda de Sevilla, y es que ambos fueron construidos por el mismo arquitecto, el califa almohade Yacub el Mansur.

Mausoleo de Mohamed V

Desde la Torre de Hassan, en la misma explanada, pero al otro lado de las columnas podemos ver el Mausoleo de Mohamed V. Como su propio nombre indica, alberga los restos de Mohamed V y su minimalista y llamativa decoración a base de celosías de estilo árabe-andaluz convierten a esta construcción en un lugar especialmente receptivo a la cámara de los turistas.

Desde la pequeña escalinata que da acceso al Mausoleo podremos ver a lo lejos la Torre de Hassan y detrás, el mar.

Medina

Como en todas las ciudades marroquíes, la medina es otro de los puntos imprescindibles. Ninguna medina es igual a otra, por lo que siempre hay que reservar un rato para pasear por estos mercados en los que respiraremos el verdadero olor y esencia de Marruecos. Frutas, animales, especias, tés conforman esta tradición tan característica, es una oportunidad única de adentrarnos por unas horas en la autenticidad de la vida local en las ciudades marroquíes.

Una de las particularidades de la medina de Rabat es su extensión. Situada en el corazón de la de la ciudad, la vitalidad de la medina simboliza sin duda el latir de esta ciudad. Hay que destacar el Zoco de Oro, la zona de la medina dedicada a los joyeros de Rabat.

Kasbah de los Udayas

La kasbah de los Udayas es la antigua alcazaba de marruecos. Para los que no lo sepáis, (como me pasó a mí la primera vez que visité Marruecos), una alcazaba no es más que un recinto fortificado, destinado a proteger una ciudad o una zona. Pues bien, esta fortificación estaba destinada en su día a proteger la Necrópolis de Chellah, así como a la desembocadura del río navegable Bou Regreg. Uno de sus ocupantes, la tribu de los Oudayas, dio nombre a esta fortificación.

El acceso a la Kasbah se realiza a través de la imponente puerta principal, conocida como Bab Oudaia. Un arco de herradura minuciosamente decorada. Una vez en el interior de la alcazaba estamos en otro mundo, un entramado de callejuelas blancas y azules, nos recordaban otras ciudades marroquís que ya conocíamos, Asilah. Lo que no sabíamos era el asombroso parecido que tenía con otras que pronto íbamos a conocer, como Chefchauen

Nada que ver con el resto de la ciudad, impresiona el estado en que se encuentra esta zona de la ciudad, como si hubieran querido preservar un trozo del pasado de manera intacta. Una zona amable de paz que invita a ralentizar el paso, detenernos a dar de comer a los gatos callejeros, fotografiar sus preciosas puertas…, como quien se adentra en un local reservado a la meditación y el refugio interior. 

La alcazaba nos da acceso a los confines del mar Atlántico de Rabat.

El Mar de Rabat

Rabat tiene esa esencia especial que tienen todas las ciudades de mar. Merece la pena reservar un tiempo para disfrutar de su paseo marítimo y su puerto pesquero. Incluso si contáis con tiempo, os recomiendo hacer una parada para tomar un té o comer, para poder apreciar que la intensa vida de la ciudad de Rabat se extiende, como no podía ser de otra manera, también a la costa: puestos de comida, pescadores, atracciones para niños y adultos…

Como veis, Rabat es, por muchas razones, una visita absolutamente recomendable. Arquitectura, historia, una particular medina llena de vida y maravillosos rincones, un paso marítimo lleno de vida… la hacen merecedora no solo del título de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sino también de un hueco en vuestro itinerario por Marruecos.