La bahía de Odaiba es una isla artificial a las afueras de la ciudad, a la que se llega en un ferry, que ya para empezar atraviesa todos los puentes de Tokio y ofrece unas vistas fantásticas de los edificios de la ciudad según nos vamos alejando.
Cuando el ferry llegue a su destino, lo primero que veremos será un inmenso edificio psicodélico con una bola en medio, se trata de la sede de la Fuji TV. Y a su lado, un centro comercial con una amplia oferta de restaurantes y terrazas con vistas a la bahía. Hasta aquí todo muy en la línea de Tokio.
Sin embargo, cuando nos bajemos del ferry y paseemos por allí, nos encontraremos una zona de césped, seguida de una zona de arena con vistas a la bahía… Voilà ¡¡Tokio tiene playa!! El baño no está permitido, pero las vistas a la bahía son espectaculares, con su fantástico puente rainbow enfrente. Si coincide que es un día soleado, veremos cantidad de familias y grupos de gente disfrutando del sosiego del lugar.
En la bahía no te vas a aburrir, solo observar a la gente del entorno, ver la Torre Eiffel japonesa, descubrir las rarezas de los japoneses. Aquí fue cuando vi por primera vez los animales que utilizan habitualmente como mascota: los hurones y los suricatos. Al parecer (y esto no lo he contrastado al 100%) tienen estos animales de compañía porque como normalmente las casas en ciudades como Tokio son extremadamente pequeñas, no pueden permitirse tener gatos o perros como nosotros, por el tamaño. Así que optan por estas mascotas, más pequeñas, a las que “tunean” con trajes de lo más variopinto.
He de reconocer que a mí me parecieron una monada, sin saber cómo sería la convivencia con un animal de este tipo, pero a simple vista … me parecieron de lo más tiernos y amables.
En cualquier caso, aparte de las atracciones de la zona, recomiendo dar un paseo por la arena, sentarnos a disfrutar de las vistas, y si es posible, regresar en el último o penúltimo ferry para disfrutar de las vistas de los puentes justo al atardecer. Una bocanada de aire antes de regresar al bullicio de la gran ciudad con las pilas cargadas.
Pero Japón es mucho más que Tokio y sus excentricidades. Esconde en sus entrañas una vida paralela que ofrece, en contraste con todo lo anterior, paz y sosiego como fundamento. La vida rural de Japón nos recuerda esa llamada a la meditación, la calma y el disfrute del momento presente que a todos nos viene a la mente cuando pensamos en la auténtica cultura japonesa.
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