Si me paro a pensar en el proceso por el cual tomé la decisión de hacer un este viaje a las montañas del Himalaya (y convencí a las personas que me acompañaron..), no soy capaz de recordar cómo fueron aquellos pasos previos, ni si me detuve a sopesar los pros y los contras como ahora lo hago con muchos otros viajes “más sencillos”. Tampoco era consciente de la increíble experiencia que estaba a punto de vivir durante y de la oleada de recuerdos y emociones que vendrían junto con el que sería el viaje más desafiante de mi vida hasta ese momento.
Lo que sí recuerdo es que era una gran aficionada a caminar por la montaña, y amaba la naturaleza, igual que ahora. Pero no era ni mucho menos ninguna profesional del trekking ni tenía una forma física espectacular. Como suele pasar con estas cosas, conocí a alguien de confianza que me hizo la “revelación” de que hacer un trekking por el Himalaya no era tan exigente físicamente como se pudiera pensar… y es que puede ser que mucha gente que le guste caminar , la naturaleza y la montaña, no se anime a tener esta gran experiencia por ese motivo. Por eso creo que es fundamental dejar claro que para hacer este viaje, si bien hay que tener cierta forma física saludable y un estilo de vida muy activo, no es necesario ser un gran deportista, ni llevar a cabo ningún entrenamiento físico radical.
Ahora, lo que sí que es importante (y esto dependerá de cada persona) es llevar a cabo un proceso de mentalización o predisposición psicológica para el lugar al que vamos. No vamos a hacer un viaje cómodo (tampoco incomodo…), ni un viaje de relax. Vamos a viajar a Nepal, y a hacer un trekking al Himalaya. Ya desde el momento en el que nos planteamos esto debemos saber que no vamos a disponer de todas las comodidades que tenemos en nuestro mundo occidental; pero también debemos saber que no las necesitamos (aunque de esto no nos demos cuenta realmente hasta que estemos allí) Todo depende de nuestra forma de ser, de nuestras expectativas , pero no creo que nadie que se plantee hacer este viaje espere una cosa diferente. De cualquier modo, merece la pena tener en cuenta una serie de consejos antes de meternos de lleno a planificar esta aventura.
Os voy a contar paso a paso cuál fue mi experiencia personal. En este artículo hay muchas fotos y eso que me ha resultado muy difícil descartar la mayoría!
En nuestro caso éramos 4 personas y no quisimos hacer el viaje a través de ninguna agencia, en grupo, por diversos motivos. El más importante es que queríamos disponer de la libertad de hacer modificaciones en el itinerario sobre la marcha si era necesario, algo que no es posible cuando viajas en un grupo de 10 ó 15 personas. Por otro lado, contratando directamente un guía freelance, sabíamos que el dinero empleado iba directamente a su bolsillo, y al bolsillo de los porteadores que nos ayudaron y sus familias, sin que la agencia se quedara con comisiones extra.
Y ese freelance que contratamos fue Phura. No imagino mejor persona para llevarnos al Campo Base del Annapurna que él. Con sus decenas de años de experiencia, no solo fue nuestro sherpa, nuestro guía, sino también nuestro compañero de viaje, de aventura y de risas. Y hoy por hoy creo que sigo teniendo un amigo. Si decidís emprender esta aventura, Phura cuenta con la experiencia de haber ido incontables veces al Campo Base del Annapurna, del Everest, y otras montañas del Himalaya. Pero si él no pudiese llevaros porque tuviera otro compromiso en ese momento (como ha pasado con algunos amigos míos), os recomendará a alguien de su extensa red de contactos y amigos sherpas que os llevará en condiciones de seguridad y os habrá disfrutar del viaje al máximo.
Decidimos ir al Campo Base del Annapurna, descartando el Everest, la más conocida de las montañas de Nepal, precisamente por ese motivo. Debido a su popularidad, nos comentaron que en la ruta al Everest podríamos encontrar bastante más gente, muchos grupos de agencias, y que incluso pueden llegar a formarse colas para algunos pasos del camino. El Annapurna también es conocido, y es cierto que en general este tipo de viajes se ha popularizado mucho los últimos años, pero he de decir que no encontré en aquel momento un número de gente que me incomodase al hacer este camino.
Este es el itinerario que hicimos nosotros:
Como éramos un grupo de cuatro pudimos ajustarlo a nuestras necesidades de días, tiempos, que como digo, es una de las grandes ventajas de ir por libre. Y con Phura cerramos un precio que incluía todo, salvo caprichos, regalos, etc. Todo es todo: desde la recogida en el aeropuerto a la llegada, transportes intermedios hasta llegar al punto de comienzo del trekking, todas las comidas, e incluso las propinas (algo fundamental en Nepal) de las que se encargaba Phura. Por lo que en este sentido, fue todo comodidad. Otra cosa es que alguno de nosotros , decidiese por libre darle dinero a otra personas aparte de las que nos atendían en refugios, tiendas, etc. Esto ya corría de cuenta de cada uno obviamente.
Comienza la aventura. Ya desde el mismo momento que aterrizas en Katmandú te das cuenta de que estás en otro mundo; para mí fue muy chocante porque era la primera vez que viajaba fuera de Europa. Atravesar esa inmensa y caótica ciudad para llegar a nuestro hotel ya fue bastante para el primer día. Motos y coches circulando sin orden ninguno a nuestro alrededor. Personas, animales y todo tipo de vehículos cruzándose en nuestro camino constantemente, sin normas, semáforos que respetar… me dejó sin palabras. Desde ese momento ya intuyes que ese viaje no te va a dejar indiferente.
El hotel que Pura eligió para nosotros en Katmandú estaba bastante bien la verdad, incluso disfrutamos de una señal wifi perfecta desde la que pudimos avisar a nuestro familiares de que estábamos bien.
Y al día siguiente, comenzó nuestra andadura a las montañas, y con ella, la calma. Dejamos atrás el ruido de Katmandú, de nuestras propias ciudades y nuestras mentes, y nos adentramos en un mundo mágico de paz y belleza. Quince días de trekking atravesando por todo tipo de paisajes. Desde bosques que parecían salidos de un cuento, al blanco nuclear de la nieve, pasando por cascadas, puentes colgantes que nunca pensé que atravesaría con total calma y confianza… Y es que una vez que estás allí, incluso la propia percepción del miedo cambia. Los lugares como este, y este tipo de viajes, te dan la oportunidad de ser diferente.
Al poco de comenzar a caminar, te das cuenta de que este viaje no es solo un viaje por la montaña, es un viaje a las entrañas de Nepal, de Asia, ya que los primeros días del trekking, en las partes más bajas fuimos pasando por diferentes pueblos en los que tuvimos la oportunidad de observar de cerca la forma de vida de los nepalíes de las montañas. Conocer su día a día, sus oficios, probar su comida, explorar sus mercados. Hay tiempo para todo, no es un viaje estresante en el que hay que llegar a la meta a contrarreloj. Es un viaje relajado en el que tienes la ocasión de hacer una inmersión en una forma de vida radicalmente diferente a la nuestra. Una forma de vida muy distinta de la de la ciudad, mejor sin duda. En la montaña se notaba más riqueza, se notaba que las personas disfrutaban de mejor calidad de vida que las personas de la ciudad de Katmandú. Todo ello, claro está, gracias al turismo.
Trekking Pokhara – Campo Base Annapurna. Nepal
Y según avanzábamos en metros, se iban asomando las diferente montañas de la inmensa cadena que nos rodeaba. Era una pasada verlas cada vez más cerca gracias a nuestros propios pasos.
En esta ascensión al campo base del Himalaya los días seguían un patrón más o menos común: comenzábamos a caminar muy temprano, y la jornada duraba una media de 5-6 horas cada día, con paradas incluidas. Algunos días fueron 4 horas, y otros días 7 horas, dependiendo de las condiciones climáticas, el estado de cada uno de nosotros, etc. A la llegada al refugio, como era temprano (sobre las 16.00 la mayoría de los días), teníamos tiempo de sobra para descansar, ducharnos, y hacer lo que cada uno quisiera, leer, hacer fotografías, lavar la ropa, o jugar a las cartas con nuestros compañeros sherpas y porteadores. Pronto a dormir para poder levantarnos temprano.
En cuanto a los refugios, debo resaltar que me sorprendieron mucho por su limpieza, comodidad y por las propias instalaciones. En este tema, como en la mayoría, depende de las expectativas de cada uno, pero en mi caso, la mayoría de ellos me parecieron mejores de lo que me esperaba. Sí he de decir, (y esto lo comento en el articulo de consejos), que algunos de ellos no disponían de baño occidental, sobre todo cuando llegamos a cotas mas altas. Del mismo modo, los días de trekking en los que ya nos acercábamos al Campo Base no disponíamos de agua caliente en los refugios. Y esto no es un tema de preparación de los refugios sino de que a 4.000m de altura las infraestructuras no alcanzan para proporcionar este tipo de servicios. Al igual que tampoco teníamos cobertura de móvil, etc. Como son alrededor de 2 días, no solo es algo totalmente asumible, sino que es parte de este maravilloso viaje a otro mundo, y debemos agradecer la oportunidad de disfrutar de la experiencia “más real”, que no lo sería tanto si disfrutáramos de todas las comodidades habituales.
Llegados a este punto, la famosa pregunta ¿y qué pasa con el mal de altura? En nuestro caso, si bien es cierto que es una altura ya considerable para que puedan sentirse se los efectos, no es tampoco una altura exagerada (alrededor de 4.130m). La ascensión es muy progresiva, de tal manera que el cuerpo se va habitando a las nuevas condiciones. De los 4 de nosotros, la única que sintió cierta pesadez, cansancio y agotamiento el ultimo día, cuando ya estábamos alcanzando el Campo Base fui yo. Lo que yo sentía era que pesaba el doble o el triple y de que alguien tiraba de mis piernas hacia atrás con una cuerda cada vez que intentaba dar un nuevo paso. No hicimos uso de ninguna medicina y al llegar al refugio, Phura me dio un masaje en la cabeza para que me circulara la sangre y …voilá, los efectos desaparecieron para toda la noche, que dormí plácidamente.
Llegamos al campo base al amanecer, por lo que tuvimos una visión del Annapurna temprana. Recuerdo que no quería bajar tan rápido, y que quería quedarme un día más a esa altura para disfrutar de la sensación de estar allí, de haber llegado, del compañerismo de grupo. Recuerdo la blancura absoluta del entorno, sin nada de vegetación, y que se escuchaba el potente ruido de los aludes al otro lado de la montaña. Una pasada y una pena que dure tan poco. Pronto comienza la bajada, quedan otros 6-7 días para disfrutar de la naturaleza y los pueblos del Himalaya, esta vez ya es con otros ojos, los que miran ya hacia el final del viaje.
En nuestro caso, anticipando que pasarían muchos años antes de volver a Nepal, decidimos hacer un viaje completo, por lo que al finalizar el trekking viajamos al Parque nacional de Chitwan, y posteriormente a Katmandú, en donde estuvimos 3 días recorriendo la ciudad. A todo ello nos acompañó también Phura, no de la misma manera que durante el trekking , porque en estos otros lugares nuestras necesidades eran diferentes. Phura nos orientó, nos recomendó y nos ayudó en todo lo que necesitamos pero también nos dio margen para movernos libremente. Después de haber estado 14 días en las montañas el contraste con Katmandú es brutal. En la ciudad , además del bullicio y la contaminación, se aprecia la pobreza extrema, se entiende el concepto de necesidad. No así en las montañas, en donde la vida es más sana, más rica. Eso sí, es imprescindible recorres las calles de Katmandú y visitar sus maravillosos templos, que serán objeto de otro artículo aparte.
Al final del viaje pasamos unos días increíbles con Phura y Kancha, uno de nuestros porteadores, conocimos a su familia, y se puso de manifiesto aquellos que dicen siempre y que no es ni mucho menos una leyenda. Aquellos que menos tienen, son los más generosos. La hospitalidad y la amabilidad de sus familias te hacen sentir como en tu casa y sin ganas de volver a la que es tuya de verdad… Es un tópico que es necesario vivir de cerca. En mi caso, la humildad y el sentido de la generosidad de las gentes de Nepal, me llegaron a crear por momentos cierto complejo de europea acomodada. Y al llegar a casa, tuve esa sensación de mirar alrededor y no necesitar nada de lo que tenía, porque mi corazón estaba lleno de vivencias IRREPEPETIBLES. Una nostalgia que me acompañaría por siempre, y que sé que estaba alimentada por la relación que había desarrollado con Phura y los porteadores que nos acompañaron. Por eso durante años decidí llevarme un trozo de allí, y apadrinar a una de las hijas de Kancha, hasta que las necesidades de mi propia familia no me han permitido continuar haciéndolo. Si pudiera volver atrás, volvería a la casa de Kanchade una sola habitación y sin baño, para compartir con él ese trozo de vida lleno de sonrisas. Como no puedo volver a atrás, esta es mi mejor manera de recordarles, invitando y animando a todo el que se atreva a vivir unos días de manera diferente y a mirar a través de los ojos de la compasión, el respeto y la humildad.
0 comentarios